El reloj de los judíos


Contábamos hace tiempo que las columnas de pórfido rojo, hoy ennegrecidas, que flanquean la fachada oriental del baptisterio de san Juan, en Florencia, fueron llevadas hasta allá por los pisanos después de saquear Madina Mayūrqa en 1115. Es uno de los escasísimos restos que se conservan de la arquitectura religiosa musulmana de aquella hermosa ciudad que cantó Ibn al-Labbâna:
Esta ciudad le ha robado el collar a la paloma,
   y el pavón la ha vestido con sus plumas.
es como el vino el agua de sus fuentes
   y sus patios son copas.
Ciertamente, serán muy pocos quienes al acercarse a la catedral de Florencia recuerden la exótica procedencia de unas columnas tan desubicadas.


Del mismo modo, quienes se paran a mirar la fachada del ayuntamiento de Palma y ven el reloj que la preside y que hace sonar —puntualísimo— las horas en la campana que solo se atisba encima del edificio, ignoran lo que se cuenta de su origen: una de las leyendas más curiosas entre las muchas relativas a los judíos que se establecieron en Mallorca:
Post destructionem Hierusalem, tempore Helii Adriani […] Quo tempore omnes maiores rabini iudeorum docti in Legi mosayca appicuerunt cum suo navigio Maioricis cum horologio quod tenebant Hierosolimis, quod est hodie in turri Maioricarum que dicitur Horarum, quam post conquistam Maioricarum per regem Jacobum effectam christiani edificaverunt iungendo et campanam quam antea iudei non habuerunt. (G. Llompart y J. Riera i Sans, eds.: «La Historia de Sancta Fide Catholica de Benet Espanyol (1548): la primera història dels jueus de la Ciutat de Mallorca», Fontes Rerum Balearium, III (1979-1980), pp. 141-194)
En efecto, tal como cuenta Benet Espanyol en su Historia de Sancta Fide Catholica (1548), fueron nada menos que unos sabios rabinos huidos de Jerusalén en tiempo del emperador Adriano quienes llevaron consigo de una punta a otra del Mediterráneo, hasta su destino final en Palma, un reloj. Se refiere en concreto al reloj que por los años en que el autor escribe estas líneas estaba en lo alto de la Torre de las Horas, erigida al lado de la capilla de la Victoria del desaparecido convento e iglesia de los dominicos. El convento se había levantado en el lugar de unos terrenos y edificios otorgados a los judíos en 1231 por Jaime I y acabó irracional y velozmente derruido en 1837, solo unos días antes de que llegara una orden de Madrid que hubiera evitado su demolición. La Torre de las Horas aguantó en pie algunos años más, pero su mal estado aconsejó el derribo en 1847, y la colocación de la vieja campana, al año siguiente, junto con un nuevo reloj que lleva la fecha de 1849, en el edificio del ayuntamiento —pero en realidad el aparato actual es de 1862, pues pronto hubo que cambiarlo por otro construido en París con tan buena mecánica que dura hasta hoy—.

clic para ver los detalles de la manzana con la Torre de las Horas al norte de Santo Domingo– María Barceló acaba de publicar en el Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana (núm. 68, 2012, 27-33) un artículo donde repasa las vicisitudes del reloj y la Torre de las Horas de Palma durante la Edad Media: «Notes sobre la Torre de les Hores i el rellotge de la Ciutat de Mallorca».

Del legendario reloj de los rabinos nada más sabemos, pero lo cierto es que desde 1385 o 1386 un reloj con una sonora campana toca todas las horas del día y de la noche (y los cuartos y las medias) en la parte alta de la ciudad. Como la campana fue fundida inicialmente por un platero llamado Pere Figuera, y luego otro Bartomeu Figuera se encargó del reloj desde 1512 —y aun legaría el oficio a su hijo—, hoy sigue siendo conocida por todos como «En Figuera». En 1680 se resquebrajó y hubo que refundirla: esta es la que podemos escuchar desde entonces. Ahora se ocupa del reloj y del toque de las horas el maestro Pere Caminals, nieto de una hermana de nuestra abuela paterna, y bisnieto, nieto e hijo de relojeros de Palma.



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